Las Jornadas de la Matanza y cinco historias de amor

Tengo una sorpresa para ti, le susurro al oído. Un fin de semana de disfrutando de las Jornadas de la Matanza de El Virrey Palafox

¡Ring!,¡Ring! sonaba el despertador en casa de María y Pedro. Dormían separados por un gélido espacio creado el día anterior tras la última discusión de la noche. Como cada mañana Pedro cogió su móvil para apagar la alarma y se encontró un mensaje de su amigo Álvaro:

«¿Sin planes para hoy? Vente conmigo, deja que te lleve al mejor sitio del mundo.”

¡Este chico es idiota! -pensó para si mismo- mientras María despertaba y le miraba entre total odio e indiferencia, mientras le recordaba lo imbécil que era pensando que podría acercarse a besarla después de lo de anoche.

Pedro pensó entonces, que quizás el plan de su amigo podría ser lo único que salvará su fin de semana, asi que se vistió, se inventó que su madre estaba enferma y se fue apresuradamente a casa de Álvaro.

Cristina, la hermana de María, recibió una llamada de esta un poco indignada. “Pablo otra vez lo ha vuelto a hacer, volvió a perder las llaves el fin de semana. ¡Llevamos seis cerraduras en lo que va de año!, ¡No tiene ningún cuidado!, ¡Estoy harta!”

De fondo se oía a Laura: “¿qué le pasa a mi cuñadita?”, “¡Creo que tenemos que invitarla a venirse con nosotras a disfrutar un poco de la vida!” sentenció Cristina, “¡Vístete que enseguida estamos!”

Laura y Cristina iban cantando su canción favorita cuando llegaron a su destino. “¡Ya estamos aquí!” gritaron las dos al unísono. María no podía creerlo, el cielo azul, un paisaje maravilloso, una catedral impactante… “¡Creo que me va a encantar este fin de semana!”, dijo mientras abrazaba a su hermana y su cuñada.

“Para nosotras es tradición venir a El Burgo de Osma todos los años, si pruebas uno, verás cómo el año que viene súplicas que te traigamos y ¡esto no es lo mejor!… Ya verás cuando veas en qué tinglado te hemos metido: te hemos tráido a las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox

Al lado suyo pasaba paseando una pareja mayor. Se agarraban tiernamente el brazo. “¿Te acuerdas Rosario de nuestra primera matanza?” “Sí, estabas tan sexy como matancero de honor” y se echó a reír. Ella llevaba un vestido rojo y una sonrisa en carmín que resaltaba en su tez blanca e irradiaba alegría.

Pero, ¿dónde estamos? En las Jornadas de la Matanza de El Virrey Palafox

¿Jornadas de la matanza? La mente de María no entendía nada y se empezaba a asustar un poco, hasta que empezó a oler muy, muy bien. De repente ya no había preocupaciones, msólo hambre, mucha hambre.

El ambiente festivo de las jornadas de la matanza lo empapaba todo: tradición, música, bebida, un montón de gente. María creía que el plan no se podía superar, hasta que la llevaron a un salón enorme y le empezaron a traer platos y más platos. Un menú de 22 platos con el cerdo como estrella, que ni en sus mejores sueños podía haber imaginado.

-“Cris, Laura, gracias, no podría haberme imaginado un fin de semana mejor.  Se me han olvidado todos mis problemas, ¡vayamos a bailar!”

Las tres chicas bailaban animadamente al son de las gaitas cuando, María se chocó con una pareja que se estaban besando. Se separaron y empezaron a mirarla mal, en parte por el pisotón y por otra, porque María no se apartaba. Estaba petrificada. De repente empezó a pensar que quizás había sido demasiado dura con Pablo. Asi que agarró su móvil y sin disculparse con la pareja que aún la miraban atónitos, empezó a llamar a Pablo.

-“Sí…”

-“Hola cariño, sólo quería disculparme por ser tan dura contigo, lo siento”

-“Yo también lo siento, siento haberte mentido… en realidad necesitaba desconectar y me vine con Álvaro a un sitio, ¡qué sitio!¡Te iba a encantar! La comida, la música, el ambiente…”

-“Espera… eso que está sonando… ¡Estás en las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox!

-“¿Cómo?… Espera, te estoy viendo… ¡Estás aquí!”

Pedro salió corriendo hacia María con una habilidad pasmosa para esquivar vasos, gente bailando y la zancadilla de su cuñada. Apareció en su espalda y la empezó a susurrar algo en el oído. Hasta que María se volteó y con una mirada entre ilusionada y cabreada le dijo:

-“No sé si matarte o besarte”

-“¿Y si me besas y dejas las matanzas para los matanceros?”

Fue un beso tan de película, que la gente empezó a aplaudir a su alrededor y María estaba más roja que la copa de vino que Pablo, con mucha maestría, sujetaba en la mano sin derramar una gota mientras la besaba.

Álvaro. Miraba incrédulo cómo su fin de semana con su mejor amigo había llegado a su fín, aunque sabía que su relación con las Jornadas de la Matanza acababa de comenzar. Se sentó en el primer sitio que encontró y cuando miró al frente, una mirada profunda, unos labios brillantes, una sonrisa hipnotizante y un postre sin empezar… le hizo plantearse que quizás el fin de semana más inolvidable de su vida acababa de comenzar.